Niños y jardinería: cómo conseguir que amen y respeten a la naturaleza

Practicar la jardinería no solo es un hobby para adultos. Los niños de la casa pueden llegar a ser jardineros consumados y disfrutar con el cuidado de las plantas. Al igual que el principito de cuidaba y amaba a su rosa, si la jardinería se practica y se siente de forma empática, también los niños pueden conectar con la magia de la naturaleza y el valor de la vida.

Ya sea en un apartamento o en una casa con jardín, la jardinería con niños es una excelente ocasión para que aprendan a amar la naturaleza. A través de esa planta en su macetita, o de ese mini huerto urbano que nos ayudan a cuidar pongamos por caso, pueden descubrir todo un mundo.

¿Pero, cómo conseguir esa fascinación? Despertar el interés es un primer paso, qué duda cabe, pero por desgracia muchas veces no basta con predicar con el ejemplo. Por mucho entusiasmo que perciban en los mayores, será difícil contagiárselo, así, sin más. Para que los peques amen la jardinería y, a través de ella, la naturaleza, además de predicar con el ejemplo, lo suyo es ponerse manos a la obra.

Los primeros pasos

Dar los primeros pasos siempre es lo más complicado, y precisamente por ello es importante ayudarles a pasar a la acción. Si queremos tener éxito, vayamos poco a poco, por ejemplo haciendo manualidades creativas relacionadas con las plantas. Ni siquiera es necesario tener contacto directo con ellas.

Hacer dibujos suele gustar a los niños, y también encontrarán divertido hacerlo sobre unas piedras planas, tipo río, con las que luego podemos decorar el jardín. O, si lo preferimos, hagamos lo propio con las macetas, maceteros, una pared del jardín que convertiremos en mural…

O, por supuesto, decoremos el jardín de un modo imaginativo, atrayendo la biodiversidad, con casitas para pájaros y alpisteros, por ejemplo. De este modo, el jardín despertará su curiosidad y, en suma, será un lugar mucho más atractivo para los niños.

Cómo hacer amar la jardinería a los niños

Elijamos cuentos para antes de ir a dormir en los que las plantas sean protagonistas, por ejemplo, una florecita, un árbol, jardineros o, por qué no, historias sensibles, en las que los paisajes sean un elemento clave. O, por qué no, inventémoslas para ellos…

No se trata de leer con ellos libros de jardinería, por lo tanto, sino de sensibilizarlos sobre la relación del ser humano con la naturaleza y el corazón palpitante que bulle en ésta. Volviendo a la novela de Antoine de Saint-Exupéry, un clásico de la literatura infantil, esa relación del principito con su entorno, llena de preguntas con respuestas que hacen soñar y al mismo tiempo son toda una lección de humanidad y respeto por el entorno. Si cuida a la rosa es por ser valiosa, un valor invisible a los ojos, pero no a los ojos del corazón…

Cuidar el jardín, un juego

Si queremos que colaboren en el cuidado del jardín sin que ellos tengan la iniciativa, corremos el riesgo de que lo tomen como un trabajo. De hecho, la jardinería es una actividad que requiere paciencia y vocación, con lo que cualquier tarea puede interpretarse como una obligación cuando todavía no se siente esa llamada. Además, la paciencia no suele ser una virtud propia de la infancia.

Encontrar el por qué de esa tarea es una buena manera de contar con su interés. Del mismo modo que un pequeño huerto puede ofrecerles ingredientes para hacer su comida o cena (un maíz asado, una ensalada, una guarnición, un primer o segundo plato, una deliciosa tarta, etc.), hacer un terrario decorado a su gusto son alicientes que dan un sentido a las tareas de jardinería.

Por otro lado, no les pidamos tareas que requieran un gran esfuerzo. Ni siquiera a cambio de una pequeña recompensa, pues acabarán aborreciéndolo y, en todo caso, asociarán la idea con una especie de trabajo.

Muy al contrario, pidámosles que rieguen durante unos minutos, pues suele divertirles manejar los distintos tipos de chorro de la manguera o, por ejemplo, proporcionémosles las herramientas necesarias, idealmente adaptadas a su edad.

En el mercardo encontraremos diseños muy divertidos, con colores alegres, tanto en lo que respecta a rastrillos, palas y demás como a delantales o guantes, y que no olviden protegerse del sol. Estar cómodos y tener las herramientas adecudas, con mangos ergonómicos, puede hacer una gran diferencia.

También ayudará que tengan un pequeño espacio para ellos, pues así se trata de una creación suya, no de tareas que se realizan bajo el mandato de los mayores. Hay una gran diferencia, y no solo porque los resultados serán también suyos, sino porque de este modo la jardinería se convierte en una manera de proyectar su personalidad.

Aunque se les aconseje o sugiera cómo hacer las cosas, de este modo aprenden a ser autónomos, responsable, a tomar sus propias decisiones, a ser creativos y a sentirse orgullosos de lo logrado…

En lugar de plantas ornamentales, el cuidado de un micro huerto puede ser muy gratificante por aquello de conseguir un fruto concreto, que además les sabrá muy rico. Dependiendo de las preferencias de cada niño será conveniente una u otra cosa.

En caso de elegir plantas ornamentales, añadamos un plus a las mismas. ¿Qué tal si las plantamos en unas viejas botas de agua del peque? Será divertido cuidarlas cuando tienen ese simpático aspecto y, además, están plantadas en un objeto propio al que, además, los peques tienen mucho cariño.

Aprovechad esta Semana Santa para comenzar  este trabajo tan bonito que es el cuidado de la naturaleza compartiendo un momento agradable con vuestros niños.

Cómo hacer amar la jardinería a los niños